La tarta de calabaza tiene sus raíces en las tradiciones culinarias de América del Norte, específicamente en las culturas indígenas americanas y su intercambio con los colonizadores europeos. La calabaza, un vegetal nativo de América, se convirtió en un ingrediente esencial en la dieta de las tribus indígenas mucho antes de la llegada de los europeos. Los nativos americanos preparaban diversos platos con calabaza, incluyendo guisos y sopas, y también la utilizaban en formas más dulces.
Con la llegada de los colonizadores europeos, la calabaza se incorporó a las recetas tradicionales de repostería que trajeron consigo. Se cree que la versión inicial de la tarta de calabaza se inspiró en las tartas de calabaza y las tartas de manzana que los colonizadores europeos conocían. La adaptación americana de la tarta de calabaza comenzó a ganar popularidad durante el siglo XVII y XVIII, a medida que se empezó a combinar con especias como la canela y la nuez moscada, y azúcar.
Durante el siglo XIX, la tarta de calabaza se consolidó en la cultura culinaria estadounidense y se popularizó como un plato tradicional en las celebraciones de Acción de Gracias. La receta básica, que incluye puré de calabaza, huevos, azúcar, y especias, ha perdurado a lo largo de los años, aunque se han añadido variaciones y mejoras, como la incorporación de leche condensada o nata.
La tarta de calabaza ha evolucionado hasta convertirse en un símbolo icónico de las festividades de otoño y Acción de Gracias en los Estados Unidos, extendiendo su popularidad a nivel mundial. Su sabor suave y su asociación con la temporada de cosecha han contribuido a su estatus como un clásico en la mesa de muchas familias durante las celebraciones de fin de año. La tarta de calabaza sigue siendo una deliciosa expresión de la fusión de ingredientes autóctonos y técnicas culinarias traídas por diferentes culturas.