La historia de la tarta Pavlova
La tarta Pavlova es un postre emblemático que combina una base de merengue crujiente por fuera y suave por dentro, coronada con nata montada y frutas frescas. Más allá de las disputas sobre su autoría entre Australia y Nueva Zelanda, su creación está profundamente ligada a la figura de la bailarina rusa Anna Pavlova, cuya gracia y ligereza inspiraron este delicado dulce.
Anna Pavlova (1881–1931) fue una de las bailarinas más destacadas del siglo XX. Conocida por su interpretación de La muerte del cisne, Pavlova realizó extensas giras internacionales, incluyendo visitas a Australia y Nueva Zelanda en 1926 y 1929. Su presencia dejó una impresión duradera en el público y la cultura de estos países.
Durante su gira de 1926, se dice que un chef, inspirado por la ligereza y elegancia de Pavlova, creó un postre que reflejara esas cualidades. El resultado fue una base de merengue con un interior suave, simbolizando la delicadeza de la bailarina, cubierta con nata montada y frutas frescas, aportando color y frescura al conjunto.
La preparación de la Pavlova requiere precisión: las claras de huevo se baten hasta obtener picos firmes, incorporando gradualmente azúcar para estabilizar la mezcla. Se añade vinagre o limón y maicena para lograr una textura interior suave. La mezcla se hornea a baja temperatura, permitiendo que el exterior se vuelva crujiente mientras el interior permanece esponjoso.
Este postre ha evolucionado con el tiempo, incorporando diversas frutas según la temporada y preferencias locales. En Nueva Zelanda, es común adornarla con kiwis, mientras que en Australia se prefieren frutas como la maracuyá o las fresas. Su versatilidad y elegancia la han convertido en un clásico de celebraciones y reuniones familiares.