Las empanadas de calabaza o, más comúnmente llamados empanadicos de calabaza, tienen su origen en el norte de España, específicamente en la región de Aragón, y representan un ejemplo claro de la influencia árabe en la gastronomía española. Estas empanadas dulces, elaboradas con calabaza, azúcar y especias como la canela y el anís, tienen raíces que se remontan a la época medieval, cuando la cocina aragonesa comenzó a incorporar ingredientes y técnicas culinarias introducidas durante el dominio musulmán en la península.
La influencia árabe es evidente en el uso de especias aromáticas y frutos secos, características de los postres hispanoárabes. Ingredientes como la calabaza y el azúcar eran comunes en las recetas moriscas, y su integración en el empanadico refleja la adaptación de estas tradiciones a los recursos y costumbres locales de Aragón. Además, el empleo de masas sencillas con manteca o aceite, típicas de la repostería rural, también deriva de estas influencias.
Históricamente, los empanadicos estuvieron vinculados a festividades religiosas y agrarias, especialmente a la Navidad y celebraciones de invierno, épocas en las que las calabazas, cultivadas durante el verano y otoño, estaban en su punto óptimo de conservación. Las primeras referencias documentadas a este tipo de postres datan de tradiciones rurales de los siglos XVII y XVIII, cuando las familias los preparaban como parte de las celebraciones familiares y rituales comunitarios.
El empanadico era también un símbolo de aprovechamiento y economía doméstica. Durante la época medieval y moderna, su elaboración con productos locales como calabaza, pasas y piñones reflejaba el ingenio para crear postres nutritivos y asequibles. En los mercados locales, estos dulces se intercambiaban o vendían, fortaleciendo su posición en la cultura gastronómica regional.
En localidades como Loarre, el Somontano de Barbastro y otras zonas del Alto Aragón, los empanadicos se consolidaron como parte esencial de las festividades invernales. Aunque inicialmente se asociaban con la Navidad, su popularidad ha llevado a que se elaboren durante todo el año en panaderías y hogares aragoneses. Cada zona conserva ligeras variaciones en la receta, pero el uso de calabaza sigue siendo el sello distintivo.
Hoy en día, los empanadicos de calabaza son considerados un patrimonio culinario de Aragón, que conecta las tradiciones rurales con la sofisticación de las técnicas árabes en la cocina española. Su preparación no solo evoca los sabores del pasado, sino que también celebra la riqueza cultural y la historia compartida de esta región del norte de España.